Plazas / URBANISMO La plaza Nueva de Montón nació en 1685, tras la do- nación de la huerta arbolada realizada por José Franco Temprado para celebrar, en honor a san Agustín, una corrida de toros que, desde Navarra, se llevaron para la ocasión. Esta plaza Nueva era un terrizo al sol de mediodía donde pasaba, y ha de seguir haciéndolo, de todo: mer- cados, fiestas, bailes, procesiones, conversaciones, par- tidas de pelota... Acontecimientos que, a lo largo de dos siglos y medio, han conformado la historia y la vida en comunidad de esta pequeña población aragonesa. Un frontón de yeso, el pilón con la fuente, el poyo del arco, los bancos decorados con las tejas de los ale- ros, las pérgolas de sombra, y, por supuesto, su “Vivan los Quintos” –rescatado de una foto antigua y que hoy se muestra mediante una proyección– coronando la es- cena forman parte de la actualización realizada por el estudio Sebastián Arquitectos, para los que “la arqui- tectura del espacio público se conforma también como la suma adecuada de pequeñas cosas, elementos que fijan los referentes vernáculos que conforman un lugar”. La propuesta de actuación en esta plaza recupera el carácter de un espacio público que, a lo largo del tiempo, fue alterando su imagen, pero sin perder la con- ciencia de que la plaza hoy debe atender también a al- gunas demandas diferentes, como son el tráfico rodado, el aparcamiento e, incluso, los almacenes para residuos. Un gran plano de tierra cubría todo el espacio que el hormigón ha ido invadiendo por necesidad. Se reor- ganizan los pavimentos en hormigón blanco con árido del lugar, dibujando con líneas y texturas los ámbitos estanciales, vegetales o del juego de pelota. Algunos paños de esta alfombra incluyen cascotes de piedra del entorno, señalando los suelos en los que los pies de los ancianos que se sientan vuelven a pisar las piedras de sus campos. Presidiendo el espacio, el antiguo frontón de yeso se ha pintado, mano tras mano, en verde, recuperando de este modo su tonalidad y geometría. Los muros perimetrales que contienen la topografía de los huertos elevados, las calles laterales y los muros que ocultan los contenedores se han revestido de la pie- dra calcárea perforada del lugar, que permite un drenaje natural de las tierras. La vegetación discreta acompaña la estancia, la con- templación y la conversación. Una serie de pérgolas por las que crecen las glicinias protegen del sol de verano a los ámbitos más expuestos. Las lavandas, los romeros y los tomillos nacen en las jardineras perimetrales, tra- yendo el aroma del monte al pueblo. Los bancos y gradas emergen del suelo y contienen la mayor expresividad del conjunto. Se han revestido con las tejas encaladas en triángulo con las que siempre se han adornado los aleros de estas casas. Un guiño a la geometría y plasticidad de lo vernáculo, que hoy, desde su descontextualización, nos acerca a una contempora- neidad expresiva que siempre ha estado ahí. El metal se integra en pérgolas y bolardos, pintado en un RAL que se acerca a los tonos del propio pueblo, camuflándose, y que hoy se está extendiendo como pa- trón a todas las cerrajerías del municipio. Y para cerrar la esquina, la fuente y el pilón. Un refe- rente arquetípico del pueblo, el lugar de la vida, donde las caballerías abrevaban del agua sobrante de la que las gentes llenaban sus cántaros. Su murmullo acompaña las conversaciones de una tarde a la solana. planimetrías Una plaza bien diseñada es un lugar que ayuda a combatir el estrés y a mejorar el estado de ánimo