marcaban, asimismo, la diferencia. Porque, en aquella Es-paña que vivía una situación política y social en blanco y negro, su cromatismo también rompía moldes. Su exte-rior en un rojo marsala intenso y terroso acentuaba el contraste con el paisaje costero de Calpe. Por su parte, los tonos azules como el celeste, el índigo y el violeta que teñían patios, pasarelas, petos de barandillas y escaleras, habían sido elegidos “para compartir un contraste más fuerte o más débil con el cielo o, por el contrario, para compartir un efecto óptico de mimetización con él”, según aseguró el propio arquitecto. El estudio de Bofill comenzó el proyecto en 1968, lo terminó cuatro años después y en 1973 fue finalmente in-augurado. Ha pasado casi medio siglo desde entonces, pero La Muralla Roja sigue siendo una de las propuestas más revolucionarias y modernas de la arquitectura española del siglo XX, y también una de las obras más reconocidas de su autor, junto con su espectacular edificio Walden 7 (Sant Just Desvern, Barcelona). “Cada uno de mis proyec-tos es un trocito de una ciudad imposible”, confesó Bofill en una entrevista para la revista Icon, cinco años antes de su fallecimiento. En ella, reconocía haber construido La Muralla Roja “prácticamente sin planos”: “Quise hacer una obra vernacular sofisticada, una oposición al paisaje que la rodeaba”. Quizá por esa sencillez conceptual, se ha conver-tido en una propuesta subversivamente eterna. • edificios con historia / La Muralla Roja una inspiración ilimitada Con este proyecto, Bofill quiso crear “un jardín del edén con una visión idílica del mundo” Una inspiración ilimitada Dicen que el laberíntico entramado de escaleras de La Muralla Roja se basa en las que llenan los cuadros de Maurits Cornelis Escher, pero esa es una influencia que Bofill no reconoció. Lo que sí resulta evidente es que el edificio del arquitecto barcelonés ha sido objeto de atención y copia para el mundo de la publicidad y el cine. No han sido pocas las firmas de moda que lo han elegido como escenario de producciones y anuncios. Y una de las series más vistas en los últimos tiempos, El juego del calamar, nos remite con mucha similitud a las escalinatas soñadas por Ricardo Bofill en algunas de sus secuencias más memorables. ¿Simple casualidad?