pROcesos y materiales Esto nos llevó a realizar numerosas pruebas de morte-ros, empleando distintos tipos de cal y de áridos, para lograr argamasas de naturaleza y tonalidad similar a las del castillo. Pero sabíamos que con solo esto no ase-gurábamos la preservación de la riqueza de los para-mentos. Teníamos que poner en práctica un método de aplicación de las argamasas que evitara el habitual emblanquecimiento de los mampuestos por las salpica-duras o las escorrentías del agua de los morteros, tal y como ocurre en muchas intervenciones de esta natura-leza, con la consiguiente pérdida de la riqueza cromática de los mampuestos y ladrillos. Las argamasas. Sabido es que durante las labores de restitución de rejuntados con argamasa de cal, esta, frecuentemente, mancha los mampuestos dándoles la tonalidad blanquecina propia de la cal que enmascara, en gran medida, la propia de los mampuestos y ladrillos dañando la visión del paramento. Esto no ocurre si la argamasa es de cemento, pero no es este el caso, pues sabemos que este aglomerante no es, en general, ade-cuado para los trabajos en el patrimonio histórico. Siem-pre, o casi siempre, se emplea la cal. Obviamente, si un paramento después de su consolidación ha de cubrirse con revocos o pintura, no tiene ninguna importancia la alteración de la tonalidad de los componentes de la fábrica. No obstante, no es este el caso de la mayoría de las intervenciones en construcciones patrimonia-les, pues raramente se revisten, ya que, como criterio de restauración, se tiende a la mínima intervención, es decir, a restituir la argamasa justo lo necesario para pre-servar la estabilidad del elemento. En Morella teníamos una gran diversidad de mam-posterías. Con mampuestos de tamaño mediano de to-nalidad blanquecina en la primera hilada de los muros de tapia andalusíes, mampuestos ya requemados por el sol y de tonalidad oscura en fábricas bajomedievales, de tonalidad clara con tintes rojizos en la mayor parte en las fábricas más recientes levantadas en las guerras carlis-tas, o fábricas mixtas con mampuestos y ladrillos rojizos, entre otras tipologías. En definitiva, una gran variedad cromática que queríamos preservar. Para conseguirlo, partimos de la conveniencia de lograr argamasas simi-lares a las existentes en cada zona del castillo y, sobre todo, teníamos que evitar el emblanquecimiento de los mampuestos y ladrillos. Tras realizar muchas pruebas de argamasas, final-mente nos inclinamos por una dosificación, expresada en volumen, de una parte de cal y 2,5 de árido. La cal que utilizamos fue la NLH-3,5, de la casa francesa Saint Estier. Una cal que, aunque hidráulica, es blanca, muy similar a las aéreas. El árido procedía del margen del río Bergantes, un afluente del Ebro que atraviesa la co-marca, muy cerca de la ciudad de Morella. Era de gra-nulometría continua, de granos redondeados de diversa naturaleza y tonalidad, donde abundaban las tonalida-des rosadas, similar al de las argamasas que hallamos en el castillo. Por su tonalidad y granulometría continua, lo consideramos óptimo para las tareas de rejuntados. No obstante, teníamos que realizar algún ajuste, pues llegaban a obra con un tamaño de grano excesivamente grande para estos menesteres, lo cual requirió una criba para reducirlo a 10 mm. Cabe decir que, aunque esta fue la argamasa más empleada, se usaron otras, según la fábrica objeto de intervención. Metodología. El método puesto en práctica es, en rea-lidad, muy sencillo, pues consiste en proteger la cara de las piezas de las salpicaduras y escorrentías de la lechada de cal. Esto lo logramos mediante el extendido de una pasta de tierra arcillosa sobre las superficies que iban a quedar a la vista. Esto, que en el sector cerámico se conoce por barbotina, se prepara con una consisten-cia fluida para poderse aplicar con brocha. Se pueden aplicar una o dos manos. Una vez que la pasta ha secado, se procede según es habitual en estas tareas: retirada del material disgregado y del polvo, hu-mectación de las juntas a rellenar, aplicación del mortero con paleta o con espátulas según el ancho de las jun-tas, retirada de sobrantes con la paleta y aplicación de presión con esponja sobre la argamasa y/o su cepillado, según la textura que se desee. Obviamente, todo esto según los tiempos de secado demandados por la propia argamasa y las condiciones atmosféricas. Una vez endurecida la argamasa, se retira el barro de las caras de los mampuestos. Esto se logra mediante abundante agua y cepillos de cerdas, aunque la manera más eficaz y rápida es empleando agua a presión con una hidrolimpiadora, herramienta muy habitual en las obras, conocida popularmente por su nombre comercial (karcher). El momento oportuno hay que determinarlo según el grado de secado y endurecido de la argamasa. Lo mejor, si es que el ritmo de la obra lo permite, es esperar de dos a tres semanas, tiempo suficiente para que la presión del agua no dañe los morteros. En cual-quier caso, es una operación que hay que realizar con cuidado, evitando que el agua incida en exceso sobre las argamasas, pues sabemos del poder erosionante de estos equipos. Si ha endurecido suficientemente, incluso puede ser oportuno dirigir el chorro sobre el mortero, si es que deseamos modificar su textura. Casi podría decirse que cualquier tierra sirve para este menester, pero, si se dispone, es deseable que el material sea del lugar. Su color, en principio, no importa; no obstante, es preferible elegirla de una tonalidad simi-lar a la de las piezas a proteger. Esto es especialmente aconsejable en las piezas porosas, en las que la arcilla penetra en las pequeñas oquedades, pudiendo resultar costosa su retirada. En los mampuestos calizos compac-tos, en los que la arcilla no encuentra porosidad abierta en la que penetrar, el tipo de tierra es del todo irrele-vante. Es importante, eso sí, que tenga suficiente cohe-sión para no deshacerse fácilmente con las escorrentías de agua. El empleo de esta técnica reviste especial interés si actuamos sobre piezas de tonalidades rojizas u oscuras, pues sobre estas el efecto de la cal es más visible. Los ladrillos, materiales por lo general de tonalidad rojiza y con alta porosidad, agradecen especialmente este tra-tamiento, pues se logra preservar su color en toda su intensidad. En cualquier caso, sean como sean los mam-puestos o ladrillos, es recomendable el empleo de este procedimiento. Últimos comentarios. Tras los trabajos efectuados en el castillo de Morella, tuve la oportunidad de poner en práctica este mismo método en otras intervenciones. La experiencia también resultó satisfactoria, no solamente por el resultado obtenido, sino por ser rentable su apli-cación, pues el tiempo empleado en la aplicación de la barbotina y la limpieza final es sensiblemente menor que el que requiere la limpieza del emblanquecido de los mampuestos y ladrillos, cosa que por otra parte no se consigue en su totalidad. Corrobora esto el hecho de que los encargados de obras comentaron que preferían hacer los rejuntados con la técnica que les había mos-trado, pues les permitía trabajar con mayor comodidad a la hora de proyectar el mortero y el resultado final les satisfacía. Naturalmente, no solo les autoricé su empleo, sino que su petición me llenó de satisfacción. Desconozco si alguien, en algún lugar, habrá puesto en práctica este procedimiento con anterioridad a la experimentación que llevamos a cabo en el castillo de Morella. Esta era una idea que me rondaba por la ca-beza desde hacía tiempo, pero que no encontraba la oportunidad de ponerla en práctica. Fue en esta obra, con un encargado intuitivo y un jefe de obra perspicaz, y con tanta superficie a intervenir, donde se dieron las condiciones para experimentar. Por este motivo, quiero agradecer y compartir con Ou Ytou y con Josep Brazó, encargado y jefe de obras respectivamente, su recepti-vidad y confianza en la propuesta que les hice en More-lla, y hacerles partícipes de esta innovación, que espero sirva para favorecer la mejor preservación de nuestro patrimonio construido. • La acción del hielo, la cristalización de las sales, las dilataciones térmicas y las hídricas pueden motivar el progresivo deterior y destrucción de las argamasas