Miguel Munárriz. Periodista y gestor cultural. Empeñados en ser felices. Crónica sentimental de una vida entre libros (Aguilar) es su última obra. Mi visión del asunto FIRMA INVITADA En el año 1977 leí el libro La destrucción del legado urbanístico español, de Fernando Chueca Goitia. Yo no tenía ninguna formación académica en la materia, pero sí una preocupación por lo que aportamos como ciudadanos y dejamos en herencia a los demás. El desarrollismo urba-nístico de nuestras costas era algo que se empezaba a sufrir de forma notable, empeorando la imagen y, sobre todo, en las conocidas como ciudades históricas. Del libro de Chueca Goitia hasta hoy han pasado casi cincuenta años, tiempo suficiente para que Andrés Rubio publique España fea, un estudio sobre las barbaridades urbanísticas cometidas en nuestro país desde entonces, y cuyo mensaje europeísta propugna la ordenación del territorio como servicio a la sociedad. Ambos libros ponen la lupa en algunos buenos ejemplos, como San-tiago de Compostela, Barcelona, Vejer de la Frontera… Chueca Goitia, además, enfatiza en el grado de deterioro urbanístico que, en el caso de Madrid, lo califica como grave, con un índice de 6 sobre 10, o el de Murcia, que tacha de gravísimo, con un índice de 9 sobre 10. Me pre-gunto si desde entonces habrán seguido destruyéndose, o no. Yo fui testigo y manifestante activo contra la demolición del palace-te de Concha Heres, en el Oviedo de 1978. Lo había mandado cons-truir Anselmo González del Valle, un indiano que regresó a Asturias a finales del XIX. Aunque en un primer proyecto se propuso levantar una torre de 28 pisos, al final lo adquirió el Banco de España y colocó allí su sede, que solo han conservado la verja de lanzas que rodeaba el jardín. De aquella defensa de la Quinta de Concha Heres se consiguió elaborar el primer catálogo de edificios singulares de Oviedo, promovi-do por la Plataforma para la Defensa del Patrimonio Cultural y Artístico de Asturias, bajo la dirección del arquitecto Ramón Fernández Rañada, además de las colaboraciones desinteresadas de Arturo Gutiérrez de Terán, Zarracina, Cores, Nanclares, Calzadilla y otros arquitectos loca-les. El periodista Manuel Avello, entonces cronista de Oviedo, escribió: “¿Qué le molestaba el palacete al Banco de España? De conservarlo, tendría en Oviedo uno de los bancos más hermosos del mundo. Pero el Banco de España se empeñó en sustituir el palacete por un bloque más bien parecido a una gasolinera”. Yo he tenido la suerte de conocer por dentro dos edificios importan-tes: el Walden 7, en Sant Just Desvern, en Barcelona, obra del Estudio de Arquitectura de Ricardo Bofill, y el de las viviendas militares, uno de los edificios singulares de Madrid, que Fernando Higueras construyó en 1967 y en el que durante unos años tuve mi lugar de trabajo. Más de una vez me dejaba perder en su laberíntico interior de diferentes alturas y retranqueos. La importancia de la construcción de las ciudades ha sido una de mis mayores preferencias, que considero fundamental para la mejora de las condiciones de vida que debiera presidir el bien común, un tér-mino que con urgencia necesitamos que forme parte de la conversa-ción política parlamentaria. © Jeosm