pROcesos y materiales taminantes presentes en el aire o en las superficies gra- cias a las nanopartículas que integran su composición. Algunos incluso pueden autorrepararse, como sucede con el biohormigón: la introducción de una bacteria le permite regenerarse a sí mismo. También han adquirido gran protagonismo los com- ponentes basados en el grafeno, un aditivo nanotec- nológico que permite conseguir recubrimientos con múltiples funciones (anticorrosivos, ignífugos, antimi- crobianos y con resistencia al desgaste y la abrasión), así como los materiales creados a partir de la fibra de carbono, muy ligeros y con una resistencia hasta cinco veces superior a la del acero. Todos estos avances tienen una relevancia especial si se tiene en cuenta que el sector de la construcción es responsable del 34% de la demanda energética mundial y del 37% de las emisiones de CO 2 relacionadas con el consumo de energía –que alcanzaron las 10 gigatone- ladas de dióxido de carbono en 2022–, según Naciones Unidas. Este panorama hace que la inversión en cons- trucción sostenible no sea una mera tendencia, sino una necesidad. Inversión. Introducir y comercializar estos nuevos mate- riales es un proceso costoso que precisa de mucho tra- bajo previo. Y eso implica cantidades ingentes de dinero. La inversión de la industria es enorme y solo algunas líneas de investigación llegan a buen fin. “El resultado de la innovación debe satisfacer claramente una necesi- dad y, además, hacerlo dentro de un margen económico competitivo. No es fácil”, admite Sebastián Molinero, secretario general de la Asociación Nacional de Dis- tribuidores de Cerámica y Materiales de Construcción (Andimac). La posterior comercialización también re- quiere de inversiones muy potentes para acercar y dar a conocer el producto a los profesionales y usuarios de los diferentes gremios de la construcción. “Es complicado y costoso, está sometido a una enorme incertidumbre y, por tanto, riesgo”, añade Molinero. Economía circular. El proceso, en cualquier caso, es im- parable. Los últimos datos demuestran que en 2022 se destinaron 285.000 millones de dólares en promover edificaciones sostenibles y ecológicas a lo largo del pla- neta. De hecho, una de las líneas estratégicas de la UE en el campo de los nuevos materiales pasa por impulsar el modelo de economía circular mediante el desarrollo del concepto cradle to cradle –su traducción literal es de la cuna a la cuna–. Este enfoque aboga por la opti- mización de los materiales para extender al máximo su vida útil y minimizar los desechos. Así, durante la cons- trucción, se promueve el uso de componentes recicla- dos o reciclables, como ladrillos y estructuras metálicas recuperadas de demoliciones previas. Incluso al final de la vida útil del edificio, los materiales se reutilizan o re- ciclan, y se evita así que terminen en vertederos. Otra innovación significativa relacionada con el ámbito de la economía circular es el uso de residuos plásticos marinos reciclados como materia prima para materiales de construcción duraderos y resistentes. Los polímeros recuperados de los océanos se transforman en ladrillos, pavimentos y otros componentes de cons- trucción, que tienen una vida útil prolongada y son me- nos propensos a la degradación. La UE se ha tomado el tema en serio, ya que la intención de Bruselas es depender lo menos posible de otros países para poder producir sus propios materiales. “Y que estos sean más sostenibles, eficientes, económicos y duraderos, que permitan el desarrollo de ciudades y comunidades ac- cesibles y con mejores condiciones de salud”, apuntan desde el CSIC las investigadoras Ana Guerrero y María Criado. Saben bien de lo que hablan, ya que ambas ejer- cen como coordinadoras de la Plataforma Temática In- terdisciplinar de Sostenibilidad y Economía Circular (PTI SosEcoCir) de la institución científica. Entre los proyec- tos en los que participan está el impulso de ecomateria- les autorreparables tipo ECC (Engineered Cementitious Composite), la búsqueda de componentes de muy baja huella de carbono para impresión 3D y el desarrollo de materiales base-cemento en los que se emplean gran- des cantidades de residuos de construcción y demoli- ción, así como de desechos procedentes de diversos sectores industriales. “Las nanopartículas combinadas con el cemento me- joran la resistencia a la flexión, la tracción y la compre- sión del hormigón, o incluso ayudan a sellar microfisuras, como ocurre con las nanofibras de aluminio o los nano- cristales de celulosa. Esto se traduce en una mejora del rendimiento de las estructuras”, explican estas exper- tas. Así, los nanotubos de carbono incorporados en el hormigón tienen propiedades de autolimpieza e incluso alargan su vida útil. O los materiales termocrómicos, ca- paces de modificar sus propiedades ópticas en función de la temperatura ambiente: como responden a los es- tímulos externos, favorecen la eficiencia energética de las edificaciones y, por lo tanto, el confort de quienes residen en ellas. Al mejorar la durabilidad y reducir los costes de man- tenimiento, los materiales autorreparables contribuyen tanto a la sostenibilidad de las construcciones como a la obtención de beneficios económicos y funcionales a largo plazo. Avances inconcebibles hace apenas algunas décadas y que demuestran la enorme oportunidad que tiene el sector de la construcción en contribuir activa- mente en la lucha contra el cambio climático y en el futuro de las próximas generaciones. • los materiales existentes son objeto de estudio por los investigadores para mejorar sus prestaciones.