Azulejos / cultura el brillo “permanente” del azulejo concede efectos visuales que la pintura no obtiene, a causa de la “viveza de color que consigue un esmalte sobre una pasta cerámica” esta ciudad, convertido en toda una seña de identidad para sus habitantes. O el famosísimo cartel de Anís del Mono, realizado por Ramón Casas, y que fue llevado a paneles cerámicos por una de las empresas de más prestigio del momento en este tipo de plafones, Valencia Industrial, ubicada en Burjassot. Aunque la utilización del azulejo cerámico con fi- nes publicitarios no se limitó simplemente a trasladar el dibujo que aparecía en los carteles de papel a bal- dosas. También sirvió como reclamo en fachadas con la intención de “llamar la atención sobre el negocio al público que pasa por la calle”, prosigue Alicia Platas, mencionando su presencia en “tiendas de comestibles, las tabernas que anuncian sus vinos y vermús, librerías, vaquerías, farmacias, etc., que embellecen sus fachadas con imágenes que les hacen llamativos y atractivos”. Como muestra, recurre a la madrileña Farmacia Juanse, situada en la esquina de las calles de San Andrés y de Vi- cente Ferrer. “Realizados por Marcelino Domingo (Mar- domingo, como así aparecen firmados) y Enrique Guijo en 1925”, son, en su opinión, “probablemente la me- jor representación de azulejería comercial de la capital. Destacaría en ellos la riqueza de motivos y el desarrollo artístico”. Guijo forma parte de la llamada “edad de oro de la historia de la azulejería urbana en Madrid”, junto con Juan Ruiz de Luna (su nieto Alfredo Ruiz de Luna es autor, por cierto, del Callejero cerámico madrileño, y su bisnieto, también Juan, continúa la tradición) y Alfonso Romero Mesa (responsable de las famosas cerámicas del mítico Villa Rosa, además de las de Bodegas Rosell o La Ardosa). Una época creativa que tiene su máxima expresión en la que es conocida como “la Capilla Sixtina de la azulejería madrileña”: Los Gabrieles, en la calle de Echegaray, que firman Guijo y Romero Mesa. Los tres son figuras clave para entender de qué manera, por ejemplo, se revitalizó la cerámica talaverana a principios del siglo XX. Y es que, junto con Manises y Triana, este municipio toledano fue uno de los principales centros de producción de retablos cerámicos. En cada uno de estos focos, se utilizaban métodos y estilos diferentes: más art nouveau en Valencia, más “renacentista” en Talavera. “Enrique Guijo utilizó como técnica, principalmente, la cuerda seca en rótulos y relieves”, recuerda Platas, mien- tras que Orce, por ejemplo, recurría en Sevilla “al azulejo pintado, con menor permanencia, pero más flexibilidad en la realización”. El foco más creativo. Aunque la ciudad que se convirtió en la capital de la publicidad sobre cerámica fue, sobre todo, Manises. La destilería italiana llamó a las puertas de la fábrica de azulejos de Francisco Lahuerta, sí, pero podría perfectamente haber acudido a otros ceramistas que coincidieron en esta especie de hub creativo en el que se convirtió la ciudad valenciana, como Justo Vilar e Hijos, José María Verdejo o Leopoldo Mora. Fueron precisamente ellos los que, a principios del siglo XIX, introdujeron en España una técnica que, en la época, se empleaba en países como Bélgica e Inglaterra: el tu- be-lining, conocida allí como tubat (tubado). Un método que recuerda a la utilización de una manga pastelera en repostería, usando barbotina (arcilla líquida) en lugar de crema y cerámica en vez de bizcocho, logrando un leve relieve que permite contrastar colores. La técnica se hizo popular en Europa a finales del siglo XIX y principios del XX. Y gracias a movimientos artísticos como el art nouveau (Francia), el Arts & Crafts (Inglaterra), el Jungendstil (Alemania) o el Arte Nova (Portugal), ejerció una notable influencia en el desarro- llo del modernismo en España, aunque el resultado está lejos de ser una mera traslación de lo que, por ejemplo, realizaban el inglés William De Morgan, íntimo amigo y colaborador de William Morris, fundador del Arts & Crafts, o los que salían de la fábrica Gilliot & Cie Hemi- ksem y que contribuyeron a que Bélgica fuera, durante muchos años, un centro de referencia en la producción de azulejos cerámicos. Y es que, como señaló Alfonso Pleguezuelo, catedrático de Escultura y de Historia de las Artes Plásticas de la Universidad de Sevilla, al Dia- rio de Sevilla estos anuncios conforman “un patrimo- nio único” que llama “poderosamente la atención” a los extranjeros, ya que “no se ven en otros lugares”. Una producción que, a partir de los años sesenta del siglo pasado, empezó a decaer, tal y como señala Juan Rey, doctor en Comunicación y en Filología, en Anuncios de antaño: azulejos publicitarios de Sevilla, debido a que los anuncios se empezaron a realizar con otros materiales y “los que aún quedan por las calles desaparecen junto con los edificios que derriba la especulación inmobiliaria de los decenios siguientes”. •