Teatro Albéniz / edificios con historia pectáculo, que puede rivalizar con los más modernos de Europa”. Pero esas alabanzas se referían solo al interior, ya que todos los periodistas se mostraron unánimes en su crítica a las esculturas de la fachada. En el diario Pue-blo se leía que se trataba de una fachada “más o menos neoclásica, en cuyos vanos han colocado unas escultu-ras articuladas representando regiones españolas, que le sientan al conjunto de un modo horroroso”. En Arriba también se mostraban incómodos ante esta decoración: “El ingenio madrileño, siempre despierto, afirma que se trata de un teatro, no de Albéniz, sino ‘de falla’. Nuevo, atrevido… Pero disonante, populachero y chillón”. Y es que de las esculturas que Ferrant había creado para el primer proyecto quedaba muy poco en las que, finalmente, se colocaron en la fachada. Los madrileños contemplaban 11 autómatas de madera policromada, que incorporaban un motor que accionaba el movimiento de © Getty Images años difíciles A mediados de los ochenta del pasado siglo, el Albéniz vivió una época dorada gracias al Festival de Otoño. Pero su cierre definitivo supuso un deterioro que ahora ha sido revertido, volviendo a lucir los