Brutalismo / URBANISMO Vista la buena acogida de este proyecto, a partir de aquí, en todo el mundo se empiezan a levantar vivien- das, bibliotecas, universidades y edificios de todo uso. El mismo Le Corbusier replicó este esquema en Nantes (1955), Berlín (1957), Briey (1963) y Firminy (1965). En Londres, el húngaro Ernö Goldfinger es el autor de la Trellick Tower, considerada como el gran símbolo del brutalismo británico. Con 31 plantas, la estructura de esta torre presenta una serie de pasarelas que conec- tan los diferentes niveles, fomentando así la interacción social entre los habitantes. En Milán, con sus 99 metros de altura, la Torre Velasca (firmada por Ernesto Nathan Rogers y Enrico Peressutti) es el ejemplo de una apuesta por la construcción en altura para la reconstrucción del centro de la ciudad. Pero si hubo un lugar donde triunfó el brutalismo fue en la antigua Unión de Repúblicas So- cialistas Soviéticas (URSS), donde los grandes edificios de viviendas de hormigón se levantaron, en principio, con un carácter provisional para proporcionar a la po- blación un nivel de confort similar al que se disfrutaba en Occidente. El este de Europa es un catálogo de edi- ficios de hormigón que llaman la atención como la Casa de los Aviadores, en Moscú, obra de Andrey Meyerson, pensada originalmente como hotel para los Juegos Olím- picos de 1980 y que hoy aloja a los trabajadores de una fábrica de aviones cercana; o el Centro Científico Estatal Ruso de Robótica y Cibernética, en San Petesburgo, una torre blanca de 104 metros de altura firmada por los arquitectos Boris Artyusin y Stanislav Savin que, original- mente, se utilizó como laboratorio de pruebas espacial. Fuera de Europa, el brutalismo también triunfó. La lista de edificios adscritos a este movimiento es larga: la Biblioteca Geisel, en San Diego (de William Pereira); el conjunto residencial Habitat 67, de Moshe Safdie, en Montreal; la Escola Paulista de Arquitetura de Sao Paulo, original de João Vilanova Artigas y Carlos Cascaldi; el Banco de Guatemala, de José Montes Córdova y Raúl Minondo; el Teatro Nacional de Taichung, en Taiwán, original de Toyo Ito… Obra hispana. España no quedó ajena al éxito de esta arquitectura. Además de importantes obras de ingeniería, como las centrales hidroeléctricas del Cantábrico, de Joa- quín Vaquero Palacios e Ignacio Álvarez Castelao, hubo y hay grandes edificios brutalistas, gracias a esos arqui- tectos que tenían predilección por el hormigón armado. Uno de los pioneros en el uso de este material fue Miguel Fisac, con texturas y nuevas formas estructurales como sus “vigas-hueso” de dovelas atirantadas de hormigón. El Centro de Estudios Hidrográficos CEDEX, en Madrid, o la desaparecida “Pagoda” (la sede de Laboratorios Jorba) son dos ejemplos de la obra de este arquitecto que buscaba la sencillez formal y la expresividad estructural. Además de Fisac, arquitectos como Ricardo Bofill (La Fábrica, en Sant Just Desvern), Fernando Higueras (Instituto de Patrimonio Cultural de España), Javier Car- vajal (Torre de Valencia y Casa Carvajal, ambas en Ma- drid) o Francisco José Sáenz de Oiza (Torres Blancas. Ver CERCHA 139), usaron el hormigón como medio de expresión. En la actualidad, el brutalismo es un estilo controver- tido. Entre sus detractores, figuran los que creen que el hormigón es un material que pierde su atractivo con el paso del tiempo, sobre todo en climas húmedos, y mostrando un aspecto decadente. Otros aborrecen de él porque lo asocian con los grafitis y actitudes incívicas. Mientras, en el otro extremo se sitúan aquellos que ven en estas grandes moles de hormigón unos espacios cuyo atractivo traspasa pantallas y que sigue estando presente en buena parte de las urbes de todo el mundo. • El hormigón es el material que da carácter a esta arquitec- tura, sin revesti- mientos ni adornos de ningún tipo, mostrando las cosas tal como son, lo que le otorga una enorme capacidad expresiva