EDIFICIOS CON HISTORIA / Pasaje de Lodares el modelo europeo de hierro, que permite el paso de la luz y hace que el pasaje vaya cambiando de aspecto según el paso de las horas. En su libro Paseos de arquitectura por la ciudad de Albacete. De la Ilustración a la Modernidad, la arquitecta Elia Gutiérrez Mozo describe así el interior de este edificio: “El Pasaje se compone de una serie de elementos que “se mueven” con el viandante: en vertical, un oleaje de balcones curvilíneos, que enlazan las columnas y vuelan bajo los arcos de medio punto, siguiendo el orden de las entradas, reverbera de abajo arriba, perdiendo entidad a medida que asciende; en horizontal y sobre estos huecos termales, que no son tales sino altillos, un primer piso de balcones y balconcillos alterna sus adornos, concentrándolos aquellos en sus antepechos, de barandillas curvas entre pedestales, y estos en las cornisas de sus din-teles, y generando de ese modo un entretenido sube y baja ornamental. Sobre el segundo orden de balconcillos corre un friso ricamente decorado. Una galería articulada por pares de huecos, cuyos entrepaños reciben los anclajes de las cerchas que sustentan la cubierta de vidrio, corona la composición, a esas alturas indefinida, por la luz que la inunda y desdibuja”. Simbolismo mitológico. Además de las formas arquitec-tónicas, la decoración de las fachadas interiores hace que este pasaje sea un lugar único. Los adornos se basan en la mitología, destacando las figuras de las cariátides y los at-lantes que representan la industria (con una rueda dentada), la riqueza de la tierra (mediante una cornucopia), las artes poéticas (con una lira) y las artes liberales (a través de una pequeña escultura y un martillo). También se observan ca-bezas del dios Mercurio, que es símbolo del comercio. Mención especial merecen los trabajos de herrería que tam-bién adornan el pasaje de Lodares. Cada extremo cuenta con una gran puerta de hierro forjado, con las iniciales de Gabriel Lodares en la parte superior. Y los balcones cuentan con he-rrajes bellamente diseñados y trabajados por el maestro de forja albaceteño José Tejados Romero. Una historia comercial. Todos estos símbolos tal vez ac-tuaron de reclamo para los negocios que, a lo largo de los años, tuvieron aquí su sede, como la primera emisora de ra-dio de la ciudad, EAJ 44 Radio Albacete, o la Asociación de Amigos de la Unión Soviética. Pero han sido muchas más las enseñas comerciales que han habitado el pasaje, como bien recuerda el poeta Antonio Martínez Sarrión en su libro de memorias Infancia y corrupciones: “A mano derecha, según se entraba por Mayor, hubo una diminuta tienda encajada entre un par de gruesas columnas, donde confeccionaban o arreglaban fajas de señoras y se vendía lencería íntima femenina. Sobre un fondo carmesí, el minúsculo escaparate exhibía invariablemente uno de esos maniquíes femeninos de medio cuerpo y sin brazos, cabello rubio a lo garçon, sonrisa congelada y ojos de vidrio, construidos en los años treinta y venerados como tótems por los primeros surrea-listas”. Otros comercios populares de la ciudad que estu-vieron aquí fueron la Ferretería Las Cataratas, Modas Ruiz, la tienda de grabados de Antonio Tabernero o el centro de Apuestas Mutuas, al que acudían los aficionados a consultar los resultados deportivos a su enorme pizarra. Con el devenir del siglo XX y el cambio en los modelos co-merciales, el pasaje de Lodares fue perdiendo pujanza hasta que, a principios de este siglo, se llevaron a cabo una serie de obras de rehabilitación que han devuelto el esplendor a esta construcción y la han convertido en visita obligada de la ciudad. En la actualidad, en España, solo quedan tres testigos de ese pasado comercial y patrimonial: Lodares, el Ciclón zarago-zano y el pasaje de Gutiérrez, en Valladolid. El modelo europeo Los orígenes De izquierda a derecha y de arriba abajo, la parisina Galerie Vivienne, las bruselenses Galerías Reales de Saint Hubert, la Galleria Vittorio Emanuelle II de Milán, y, en Londres, Burlintong Arcade. leer artículo © getty images El modelo europeo Los pasajes comerciales cubiertos nacieron en París, a finales del siglo XVIII. En ellos convivían las viviendas de las clases altas con las tiendas tradicionales. Tal fue su éxito que en la capital francesa se llegaron a construir 150 galerías hasta finales del siglo XIX, de las que hoy apenas quedan 15. Entre ellas destaca la Galerie Vivienne (6, rue Vivienne), construida en 1823, con cubiertas de hierro y cristal y un suelo de mosaico. Italia también adoptó este tipo de construcción, y buena prueba de ello es la Galle-ria Vittorio Emanuele II, en Milán. Levantada entre 1865 y 1877, tiene cuatro plan-tas y forma de cruz. Está protegida por una gran cúpula acristalada y en su interior son realmente bellos los mosaicos del suelo, obra de artistas venecianos, así como los frescos que representan los cuatro continentes. Más al sur, las Galerías Humber-to I, en Nápoles, destacan por la espectacular fachada principal. En Bruselas, las Galerías Reales de Saint Hubert (1837) fueron un encargo del rey Leopoldo I, preocupado por dotar a la ciudad de un bonito punto de reunión, más allá de la actividad comercial. Hoy es uno de los puntos más visita-dos, sobre todo el café en el que se reunían intelectuales como Victor Hugo o Alejandro Dumas. Londres también sucumbió a este tipo de edificación, como se observa en Burlington Ar-cade (1819), entre Piccadilly y Burlintong Gardens. Con un solo pasillo, a diferencia de los modelos italianos y belgas, siempre ha estado dedicada a los artículos de lujo.